Llevas toda tu vida digital esperando que ocurra algo en tu vida real, lo suficientemente interesante para llevar tu Instagram al siguiente nivel. Algo como proyectar la cara de tu novia en el edificio más alto de los Emiratos Árabes como muestra de tu amor eterno, tu buen gusto y las bondades de hacer turismo en medio del desierto. Un romántico detalle al alcance solo de astros del fútbol. Y tú, que eres un pichichi de futbolín, que levantas el botellín con delirio de Champions, estás hecho para la gloria. Has ganado el bote de Euromillones y esa inyección de dinero en tu cuenta bancaria te permite presumir de dinero y de buenas intenciones.
¡Viva el refranero!: “Dar la mano y coger el brazo”.
Lo primero que se te ha pasado por la cabeza es, ¿Cómo no?: celebrarlo. Lógico. Tienes que dar a probar a los humildes mortales los gozos con los que te ha premiado la diosa Fortuna por tu cara bonita. ¡Venga, cerveza! ¡Venga, copas! ¡Venga, comilona! ¡Venga, orujo! ¡Venga, cánticos regionales! ¡Venga, bachata, cumbia y merengue!
“Dinero sin amigo, no vale un higo”. Sí, pero todo esto irá a más. Una vez que se acostumbren a los chuletones de Ávila, no se conformarán con un filete de cerdo de macro-granja. Cuando traigan la cuenta, te mirarán a ti sin que nadie se dé por aludido. Y por primera vez, tendrás dudas de si quienes te rodean son tus amigos o una pandilla de gorrones interesados.
Resacas morales: las peores.
El caso es que tenías planes. Pero hay una borrasca de opiniones a tu alrededor y ya no sabes qué es una buena idea y qué no.
Por ejemplo, ya no das un paso sin la aprobación de tu entrenador personal. Tienes su foto pegada con un imán al frigorífico. Pero no sabes cómo habéis pasado de hablar de batidos de proteínas a financiar su club de yoga satánico.
Todo ocurrió tan deprisa. Has gastado más dinero del que nunca has tenido. Había cosas que querías hacer. Tenías ideas; pero lo ves todo borroso. ¿O es que no has limpiado las gafas? Porque una cosa es barra libre de caviar en la comunión de tu prima Andrea, pero otra muy distinta es cuando la gente te pide que le avales la hipoteca del chalet.
Pásame la sal: la familia.
¿Y cómo excluir de la feliz noticia a tu madre? Imposible. A tu madre le duelen las muelas antes de que a ti te salga una caries. Así que, de hecho, es la primera en saberlo y se lleva un alegrón. “Porque tú, tú, tú te lo mereces todo, hijo.”
Claro que sí. Tras años de utilizar tu móvil con la pantalla rota, te has entregado malamente al hipercapitalismo. Te has comprado una pantalla más grande que la bañera y por fin, te has mudado y lo has hecho a una smart house que te dice “hola” cuándo entras y “adiós” cuándo te vas. Tu nueva casa guarda los datos biométricos de tus invitados lo que ha colmado la gota de su pequeño vaso. Cómo es la gente, de verdad, darían su hígado en Tinder, pero tienen remilgos con los protocolos de seguridad de tu acogedor búnker.
Activación de rancias envidias y rencores enquistados.
Desde que ganaste el bote de Euromillones, comenzaron los consejos sobre qué tienes que hacer con los nuevos miles de tu cuenta bancaria. Podrías invertir en renovables, en granjas de pistachos o de mosquitos (que tienen mucha proteína y en Tailandia se los comen como si fueran pipas), en videojuegos, en cascos con airbag… Pero ¿que es lo que te dice tu familia? ¡Exacto! Criptomonedas.
Cuando explicas tus dudas sobre un mercado volátil, para el que no tienes educación financiera; tú, que ni siquiera entiendes la factura de la luz, se abre un cisma familiar. Que si “no os alegráis por mí”. Que si “tienes que pensar en tu futuro”. Que si “no confías en el primo de mi marido”. Que si “me secuestraste a la Barbie”.
Evitando al dentista.
Bueno, venga. Estaba todo exagerado para llamar tu atención, es verdad. Esto es internet, no la biblioteca municipal. Se nos ha ido la mano; pero nos has entendido. No es una catástrofe que te toque el bote de Euromillones. En realidad, es una pasada. Es una ocasión única para, primero de todo, celebrarlo y después, trazar un plan razonable sobre cómo vas a gestionar tu suerte. Cuando compras tu apuesta en Laguinda, si sale premiado tienes acceso a un servicio de asesoría financiera que te va a venir de perlas. Por ponerte un ejemplo, no puedes darle a un niño un billete de 20 y soltarle en una tienda de chuches. Porque después vendrán las caries y los dolores de muelas. Muy Pepito Grillo, pero es verdad. Además, seguro que tienes ideas, proyectos e intereses que merece la pena hacer crecer.
O simplemente, vivir tranquilamente y contarle a todo el mundo que te tocó la lotería y has sabido aprovecharlo.