Para algunas personas comprar la primitiva es un gesto habitual, sencillo. Pero otras han desarrollado algunos rituales para darle un empujoncito a la suerte. Antes de juzgar, hagamos un riguroso análisis antropológico.
Imagina que eres un troglodita. Tras una larga jornada tirando flechas a un mamut te refugias en tu cueva. No es que sea invierno, es que estás en medio de una glaciación histórica que os está dejando a todos tiesos. No hay nada en la despensa y ni se te cruza por la mente salir de casa con semejante temporal. Te entretienes poniendo una piedra sobre otra, cuando el sonido de un roedor prehistórico te distrae. Ya tienes la cena.
Con el estómago lleno, te conmueve tu propia suerte: ¡vas a vivir un día más! Para que la suerte siga de tu lado, lo primero que harás al salir de tu caverna, será construir un monumento con monolitos.
Esta es la razón por la que todos practicamos una saludable dependencia a un ritual o amuleto. Si vas a comprar tu primitiva, sácalo y úsalo con orgullo. El boli de los exámenes, los calzoncillos de la suerte, un macarrón sin cocer en el bolso… ¿Es irracional? Tanto como una novela turca; pero funcionan.
El mundo en 5 símbolos de la suerte.
Y como las novelas turcas, su éxito es incuestionable y universal. Este es un recorrido por algunas costumbres a las que acudimos para indicar el camino a la combinación ganadora de nuestro boleto:
San Pancracio.
Empezamos por algo muy doméstico. Es habitual que encuentres una figurita de este adolescente romano en un local de tu barrio. Del perejil, sabemos seguro, que es diurético y tiene un verde precioso. Lo de que acompañe al santo en un jarroncito tiene un origen incierto. Algunos lo atribuyen a que una ganadora que decidió comprar La primitiva, gritaba a los cuatro vientos que había sido por las ramitas. Las ponía al lado de la figura y le funcionó; ella, innovando. Así que no te agobies con seguir al pie de la letra los rituales. Apáñate como puedas, que la intención es lo que cuenta.
El primer dólar.
Los billetes de un dólar tienen una iconografía propia de un jeroglífico. Una pirámide con un ojo y la leyenda “In God we trust”. No se andan con intermediarios, como nuestro San Pancracio. En EE.UU tienen línea directa con “God”. La tradición consiste en enmarcar el primer billete que has ganado y colocarlo en tu negocio, como forma de agradecimiento y de saludo al porvenir. Es un gesto de confianza hacia la suerte. Una especie de “dinero llama al dinero”.
Monje sonriente.
¿Un señor descamisado como un veraneante en una playa de Huelva? No, el monje sonriente, de las clases de yoga, es de origen asiático. Aunque nada de la seriedad de una sesión de meditación. Debiera ser el patrón de los Carnavales de Cádiz. En la generosa circunferencia que adorna su ombligo, se acumula algo más que ausencias al gimnasio. Si pasas cerca de uno, no te cortes, coge tu billete de la primitiva y refriégalo con entusiasmo por su barrigota. Este disfrutón de libro es un símbolo de la buena suerte.
Jesús Malverde.
Si hay un colectivo especialmente fiel a sus rituales, este es el de los narcotraficantes. Sí, sí, resulta que el gremio tiene su particular patrón. Cierto es que nadie los imagina (o sí) comprando el Euromillón; pero es que el asunto es tremendo. Este ilustre mexicano se hizo popular sobre la creencia de que robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Total, que le han montado un altar en Sinaloa. Se dice que, hasta allí han llegado algunos de los narcotraficantes más importantes para pedirle su intervención en asuntos que probablemente nada tengan que ver con la legalidad.
El gato de la suerte.
Este repaso tenía que acabar con el Maneki-neko. Es esa figura de un gato, tan común en bazares orientales. Un elemento entrañable en blanco; pero que en su versión dorada, te expone a un ataque de epilepsia. Por supuesto, el brilli-brilli cegador es influencia de la cultura china que asocia el dorado a la riqueza y la prosperidad.
La historia más común sobre su origen es que un señor del Japón feudal queda atrapado por la lluvia en mitad del campo. Una bonita gatita le indica el camino para cobijarse en un viejo templo. En agradecimiento, el rico señor donó arrozales, amplió los dominios del templo y mandó repararlo.
Amuleto de amuletos: sentido común.
Hay mucha gente por ahí dando lo mejor de sí mismos para atraer a la suerte. Nuestros amuletos funcionarán unas veces, mientras que otras reservarán sus energías para empresas mayores. Por eso no podemos dejarlo todo al concurso de la suerte.
Truco: intenta tener siempre un poco de control. Como con Laguinda, ya sabes que te permite asegurar los impuestos resultantes del premio. Algo que es una buena idea. Sobre todo para un veraneante descamisado de Huelva que le gusta comprar la primitiva.